domingo, 12 de abril de 2009

G-20 y sus demonios


Economía

La presente crisis financiera mundial, sin duda alguna supera largamente con creces en todos sus extremos a la gran debacle económica mundial de 1929. Las repercusiones globales de la crisis financiera germinada en el sector inmobiliario de EE.UU, se han reflejado en casi todos los países de la comunidad internacional. Paros de trabajadores en España, desempleo generalizado en los EE.UU, disminuciones en las exportaciones de Alemania (economía sólida en la vieja Europa), despidos masivos en Japón, problemas para la venta de los productos Chinos, etc, son algunos de los ejemplos destacables de la crisis en estos tiempos. Además, es la oportunidad para implementar los mecanismos de control de una política seria, que se impongan en los mercados financieros. Si bien es cierto que el efecto final se traduce en una crisis financiera, es ya fundamental entender que existen mercados cuyo comportamiento necesitan cuotas trascendentes de control y regulación. Los mercados financieros y también de capitales, son inestables y fácilmente vulnerables a los Schock externos, de allí la imperiosa exigencia de asumir la insalvable responsabilidad de regularlos. La actual crisis es en cierta medida producto de la cerrada obstinación de argumentar que los mercados se equilibran solos y que los mercados son entidades autorreguladas, lo cuál resulta una falacia increíble.



Por estos días Londres (Inglaterra), ha sido sede de una reunión del grupo de los 20, es decir del G-20. Aunque el emporio del G-20, recibió a propósito una contra manifestación pública, esta es una muestra clara que la crisis global, tiene que encararse también globalmente. Es inobjetable así mismo que las conclusiones finales, de por si no han satisfechos a todos los miembros del conglomerado en su mayoría. Francia y Alemania, consideran que las medidas a tomar pasan indefectiblemente por la creación central de una entidad encargada de prever más crisis globales y auspiciar regulaciones en los mercados financieros. Conjuntamente esperan los países participantes el diseño y concreción de políticas comunes para acelerar el proceso de crecimiento económico global, e impulsar el consumo y la demanda mundial, como medida impostergable para incentivar la producción. Otra de las medidas a tomar es el reforzamiento del sistema financiero, y la creación de un fondo que pueda auxiliar a las economías más frágiles y débiles.


El G-20, como plataforma del consenso mundial, garantizará la superación de la incredulidad internacional, con medida más eficientes y concretas, menos poses para la fotografía y más aceleración para la toma de decisiones de naturaleza política. En el seno del G-20, sus grupos de trabajo y así como el documento final, manifiestan la visión contraria entre EE.UU y U.E. Dos perspectivas que no encuentran un punto de convergencia, ni mucho menos en los asuntos económicos. Mientras EE.UU está convencido de que la crisis global, pasa por un mayor estímulo fiscal y la dotación de recursos públicos, para las grandes empresas, la U.E., piensa que lo mejor es pensar en un ente que regule a los principales causantes de la actual crisis, los mercados. Mientras EE.UU, receta una pastilla para la enfermedad, la U.E, receta una intervención quirúrgica. El billón de dólares acumulados en un fondo que manejará el FMI, tiene que proyectarse a la financiación de las actividades de inversión y reactivación económica y productiva de los países más vulnerables y menos recursos a las megas empresas Norteamericanas. A raíz de este artículo, nos queda una interrogante: ¿Las naciones de América Latina, tenemos que padecer las imprevisiones y falta de tino en el manejo de las políticas económicas? ¿Tenemos que seguir prestando para solucionar los problemas financieros que otros países la generan? ¿Tengo que pagar las deudas y las torpezas del vecino? Hasta la próxima mis queridos deudores históricos.

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